top of page
Buscar

LA PAUSA SAGRADA



Surgiendo como respuesta a una íntima llamada, nuestra hermosa humanidad ha sido invitada a una pausa sagrada. Aunque nuestras pequeñas mentes se rebelen creyéndose por momentos víctimas de algo que viene a amenazarlas, en lo profundo de nuestro ser, si nos damos la oportunidad de mirar en silencio, encontraremos que esa profunda demanda brota de nuestros adentros.


Necesitábamos una pausa.


Hace años que estoy en contacto muy directo con el sufrimiento humano y una de las grandes dificultades con que nos encontramos es la tremenda resistencia a detenernos, ni siquiera un momento. El ritmo acelerado de nuestras mentes y nuestros cuerpos se ha cronificado tanto que, aunque comprendemos perfectamente la necesidad de parar, de detener esta frenética carrera sin sentido en busca de otra cosa y encontrar el silencio, no sabemos hacerlo.


“No puedo parar”- nos decimos constantemente- y nos lo creemos.


La vida, madre entrañable que nos lleva en su seno, ha dejado a sus hijos en casa por un tiempo. No hay más alternativa cuando no hemos sabido ni podido escuchar su voz en nuestro pecho, hablándonos a través del sufrimiento que cada día arrastramos, de la ansiedad que agita nuestros cuerpos, del dolor que albergamos bajo el entumecimiento que a veces padecemos.


Ahora toca obedecer. Nuestras febriles urgencias van cediendo. Nuestro alocado latido va disminuyendo de ritmo. Descansemos, amigos, aceptemos la invitación profunda de nuestras entrañas, soltemos el aliento. Vaciémonos de todo lo que sabemos, de todo lo que creemos, aceptemos ser atraídos por el abrazo de esta madre vida que nos sigue sosteniendo amorosa en silencio. Cedamos, entreguémonos confiados, en medio de este revuelo al llamado silencioso que nos late por dentro. Sólo así quizás descubramos que hay otra forma de ver todo esto. Quizás, sintiéndonos sostenidos, se active en nosotros la mirada del amor que nos lleva en su seno.


¿Amor? ¿Cómo puede ser eso? Mira esto, y esto, y esto… dice la mente encogida, apresurándose a exponer sus datos, a enumerar peligros y pérdidas, a anunciar tremendos sucesos.


No, no es ella la que va a mostrarnos el amor. Esa mente ruidosa, hija del miedo, no sabe de eso. Se alimenta de datos, de informativos, de viajes al futuro imaginario que trata de anticipar, no podemos pedirle más. El amor no se encuentra ahí, en esos escenarios inciertos. Es lo más real que existe, lo más íntimo, lo más cierto.