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MOVIÉNDONOS CON AMOR




Cuando la orientación hacia el SER empieza a prevalecer en nuestra vida, todo se va aquietando y el ritmo frenético del hacer va reduciéndose.


Curiosamente, sin embargo, todo se hace más intenso. Nuestras pequeñas experiencias cobran relevancia y nos invitan a ser saboreadas, vividas en su riqueza. Nos sorprendemos moviéndonos con atención y amor por lo más nimio. Nos damos cuenta de que el más simple gesto está brotando de una fuente muy pura y se realiza con deleite y con un sentimiento de conexión que nos resulta conocido. Se trata de una espontánea expresión de lo que somos: energía amorosa que no busca nada a través de lo que hace.


El Amor es nuestra esencia y su profundo anhelo es expresarse. Al aquietarnos, la posibilidad se abre, pues empezamos a vibrar en su frecuencia amplia, serena y expansiva.


Una puerta directa a la que todos tenemos acceso inmediato es envolver en amor las pequeñas cosas de nuestra vida. ¿Qué son esas cosas? Objetos, gestos, estancias, personas, emociones, actividades, pensamientos... El mundo de nuestros fenómenos cotidianos. Esos que a veces nos abruman y con los que tratamos de modo inconsciente, movidos por la prisa y la inquietud. La propuesta, ante cualquiera de ellos, es: ámalo. ¿Cómo? No hay recetas ni métodos, pues tú ya sabes.


AMA esto.

Haz este pequeño gesto de tus manos con amor.

Mira los ojos de la primera persona que encuentres con amor.

Toca con amor el asiento que te sostiene.

Lee con amor esta frase.

Si surge un pensamiento juzgador, contémplalo con amor.

Si aparece un sentimiento reactivo o resistente, envuélvelo en amor.


Sin necesidad de más explicaciones, tu sabiduría interna lo identifica. Tú sabes en lo profundo de ti de qué se trata. Conoces esa sustancia, que es tu esencia.


Cuando tocas algo con amor hay atención, presencia y delicadeza. Cuando miras algo con amor, dejas que eso sea lo que es, no tratas de cambiar nada. La contemplación del amor es muy espaciosa. Cuando sientes algo que te duele con amor, le das permiso a la experiencia para producirse, no te empeñas en forzarla a cambiar. Cuando observas tus pensamientos con amor, no los juzgas, sabes que son sólo pensamientos y los dejas pasar. Cuando transportas un objeto con amor estás ahí completamente, hasta que la próxima experiencia se presenta pidiendo tu atención.


Cuando nuestras acciones son inspiradas por el amor, pasan automáticamente a convertirse en experiencias del SER. Dejan de tener un fin utilitario en la superficie de la vida y se convierten en expresiones directas de nuestra esencia.


SUGERENCIA

Elige cualquier actividad muy sencilla de las que realizas normalmente: Mover una silla de sitio; llevar unos platos a la mesa; enjuagar un vaso, ponerte un calcetín, o teclear algunas palabras en tu ordenador.


Puedes introducir esta simple consigna: “con amor”.


Deja que tus dedos, tu mirada, tus oídos se hagan sensibles y atentos a la experiencia. Sin buscar un resultado, entra en el sentir de cada detalle que normalmente te pasa desapercibido.


Olvídate del tiempo y vive esto. Naturalmente, notarás que tu ritmo se suaviza y que vas un poco más lento, como para saborear la experiencia. Sientes aprecio.


Estás siendo invitado a expresarte totalmente, a ponerlo todo en ese gesto, a sentir intensamente, a concebirte como una fuerza radiante que toca, penetra, envuelve, contempla y permite.


San Juan de la Cruz decía: “Donde no hay amor, pon amor y encontrarás amor”.

En realidad, el amor es lo único que hay y siempre está presente. Nos pasa inadvertido porque vibramos en una frecuencia muy distinta cuando vivimos enfocados en nuestros pensamientos e identificados con ellos.


Al poner amor estamos inmediatamente abandonando el territorio de la mente. Poner amor requiere hacer surgir de nuestro interior atención y espaciosidad hacia eso que amamos. Y ello nos sitúa automáticamente en una dimensión profunda y poderosa. Cambiamos de frecuencia en un instante. Entonces, naturalmente, encontramos el amor que no percibíamos.


Del libro "Del hacer al ser".

Capítulo 6: "Amor, la fuente olvidada"

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