Hace unos días se me invitó a participar en una tertulia con un pequeño vídeo. Se trataba de aportar mi comprensión sobre este tema ya tan trillado pero siempre vigente en su verdadera raíz: el miedo. Sea cual sea el desencadenante, cuando nos olvidamos de la consciencia viva que somos y nos confundimos con un “yo separado”, el miedo aflora para recordarnos precisamente esa confusión e impulsarnos a recordar nuestra naturaleza inviolable, esa que nada ni nadie puede amenazar.
Sin embargo, una y otra vez, olvidamos esa opción y seguimos alimentando el temor y la pequeñez, sintiéndonos víctimas de un mundo que parece amenazarnos y renunciando al reconocimiento de nuestro don más precioso: la libertad.
No pasa nada… Cada una de estas experiencias, por muy dramática que parezca, sigue teniendo, para mí, el mismo sentido: traernos, antes o después, al corazón de nuestro ser y al despertar de nuestra ineludible unidad con la vida.