EL ESLABÓN PERDIDO

Con frecuencia nos quejamos de no estar recibiendo de la vida lo que necesitamos o queremos. Invertimos en realizar nuestros sueños, ponemos en juego un arsenal de recursos e incluso pedimos con insistencia al universo o a Dios, como queramos llamarlo, que nuestros deseos sean cumplidos.

Y no obtenemos respuesta… Incluso cuando se trata de anhelos más espirituales, como superar nuestras limitaciones, sanar emocionalmente, encontrar la paz, sentirnos realizados, alcanzar estados de iluminación… no parece que encontremos grandes respuestas a pesar de nuestro empeño.

Comprender esto es importante. Muchos de nosotros hemos pasado mucho tiempo esforzándonos en evolucionar interiormente, en perfeccionarnos, en mantenernos conscientes, en conseguir no olvidarnos… Sin darnos cuenta de que quien desea esto muchas veces es un ente personal, que se cree separado del mundo. Trata de conseguir así sentirse mejor en un entorno que considera hostil y diferente, menos espiritual o menos preparado para la realización a la que él aspira. Pero la separación no existe, salvo en su pequeña mente. Desde esa perspectiva, totalmente ilusoria, pretender la liberación para “uno mismo” no hace sino intensificar la locura del aislamiento. Si lo que deseo para mí no lo concibo para todos, mi deseo no está fundado en lo real. Si percibo un mundo oscuro del que necesito defenderme o aislarme, buscando salvación por mi cuenta, nada de lo que encuentre será consistente ni verdadero. El Universo no conoce la separación y no tiene antenas para detectar nada que proceda de ella, así que mis demandas no pueden ser escuchadas.

No hay un mundo aparte de mí. Lo que percibo ahí fuera es la proyección de lo que me ha parecido ver dentro. ¿No sería entonces mucho más sencillo cuestionar mi percepción y decidirme a ver realmente? ¿No te encantaría dedicarte a descubrir que, más allá de las apariencias que nos hipnotizan, lo único que hay es vida, luz, disfrazándose bajo innumerables formas que nos despistan? ¿No sería infinitamente más simple ver la evidente realización siempre presente, en cada ser humano, en cada experiencia, en lugar de pretender realizarnos aparte de ellos? ¿Te imaginas el descanso que supondría descubrir la inocencia que irradia de nuestro corazón, en lugar de empeñarnos en superarnos, mejorarnos o convertirnos en alguien más espiritual, especial o avanzado?

Abre los ojos y mira a tu hermano, mírale profundamente. En él se encuentra la clave. Tu hermano es todo lo que aparentemente no es tú. Buscar o pedir algo para ti, obviándolo a él, nunca funcionará, pues no existimos separados. Si no puedes ver en él lo que pides para ti, mejor que detengas tu búsqueda, te ahorrarás mucho sufrimiento y cansancio.

Si buscas la luz, descúbrela primero en tu hermano, encuéntrala en todo lo que aparentemente no es tú. Si buscas la paz, encuéntrala subyaciendo en todas las situaciones que vives, no rehúyas ninguna de ellas. Si buscas abundancia, no dejes de verla en un solo rincón de tu mundo. Si buscas amor, dáselo a cada matiz de tu presente, a cada sensación, a cada emoción, a cada dolor, a cada encuentro, a cada situación. Todo eso es tu hermano. Reconoce a Dios en cada milímetro de tu experiencia y te habrás ahorrado infinitas vidas en busca de reconocimiento.

Deténte amigo y mira bien. No te separes de tu hermano, la vida presente de la que querías escaparte. En sus manos descansa tu liberación, pues lo que ves en él, ya lo eres.

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