LA FUENTE DE LA FELICIDAD

Si me detengo en cualquier momento del día y me abro a la luz del Ahora que ilumina todo lo que va apareciendo, me doy cuenta en seguida de que aparecen pensamientos e impulsos queriéndome llevar fuera de aquí. Ahondando un poco más, contemplando todo lo que me proponen, constato que todos comparten una nota común: están buscando felicidad en algún otro momento que no es este.

Todas sus propuestas se encaminan, en esencia, a ello. A través de ciertas acciones prometedoras, intentando generar tales o cuales condiciones, suponen que encontraré tranquilidad, compleción, satisfacción, seguridad, abundancia, conexión, estímulo… Matices de eso que llamamos felicidad. Esas acciones conllevan decisiones, estrategias, esfuerzos… en el tiempo. Además, han de casar unas con otras para que cooperen en ese plan de felicidad condicionada que la mente maneja.

Atiborrados de “pequeños planes” mentales para encontrar la felicidad, nos sentimos sobrecargados a la hora de buscarla, pues en lo profundo, dudamos de que eso que intentamos alcanzar tenga realmente consistencia, aún en el caso de conseguir que se cumplan todas las condiciones. Inseguridad, temor, pesadez, ansiedad… Son los estados que corresponden a planteamientos tan costosos.

Y, si lo miramos bien, todo ello está, en el fondo, encaminado a algo muy simple, a algo que, por conocerlo tan íntimamente, en lo profundo de nuestro ser, anhelamos desde siempre: la felicidad de ser lo que somos. ¿Por qué lo buscamos entonces tan lejos? Si lo miramos bien, si no se encuentra aquí eso que anhelamos, ¿qué garantía tenemos de que perdure una vez encontrado?

La mente separada, sin embargo, no puede concebir otra posibilidad que generar estrategias y planes para conseguir lo que busca, y desprecia lo que no conoce. Asustada, sigue cabalgando a ciegas…

Ante esta locura, simplemente sonrío y me aquieto. ¡Me he embarcado en tantas aventuras!

Y acepto recordar lo que mi Corazón siempre me susurra en el silencio: “Descansa ahora. Ya lo eres, eso que buscas con tanto esfuerzo brota de una fuente muy íntima, tan íntima que no puedes nombrarla, ni percibirla con tus sentidos. No lo pienses… Tan sólo, aquiétate.

Deja que tu atención se pose en la simplicidad de la vida que, ahora mismo, está viviéndose en ti. Únete a su latido, déjate mecer por el aliento vivo que te respira en cada instante, recordándote la constante presencia de la que surge todo lo que existe. Los pensamientos, que van y vienen, no te sostienen. La Vida que te recorre y que te anima, sí. Siéntela.”

Soy esa Vida. Y descansando en ella, puedo comprender también la locura de la mente que se agita buscando de formas tan complicadas lo que ya está aquí. Se trata de un error de enfoque. Contemplo ahora con ternura esas propuestas mentales de felicidad más allá de este instante: se mueven como niños perdidos en un espacio abierto de profunda permisividad, se mueven en mí. Sólo buscan torpemente la paz y la dicha que yo soy. Ahora la encuentran al ser admitidos aquí, pudiendo descansar de su forzada carrera en mi Corazón.

La felicidad es mucho más simple, es nuestra esencia, profundamente acogedora y creativa. Es la Vida misma que somos, constantemente ofreciendo un amoroso SÍ a cada una de sus expresiones, por muy disfuncionales o descarriadas que parezcan. Unámonos a Ella, aprendamos de Ella, reconozcámonos como Ella.

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