ALEGRÍA GENUINA

¿Te imaginas que la alegría que tanto buscamos y tratamos de encontrar con tanto esfuerzo, a través de tantas condiciones, se encontrara disponible aquí, justo ahora, en la inmediatez de este momento?

Parece una locura, porque cuando nos detenemos, desde la percepción distorsionada con la que nos asomamos al presente, lo que encontramos con frecuencia es todo lo contrario, ¿verdad?. Esto no nos gusta…

Pero, ¿es realmente esto lo que no nos gusta o todos los juicios e interpretaciones que nuestra pequeña mente le superpone a esta experiencia? Y no sólo a la experiencia en sí, sino sobre todo, a este ser humano que llamamos “yo” y que no se soporta a sí mismo muchas veces. Ello tiñe la vivencia de un tinte sombrío y pesado que no nos permite contemplarla en su inocencia.

Sin embargo, la alegría es natural. Miremos los niños: cualquier cosa puede alegrarles. ¿Por qué? Porque aún no han distorsionado la realidad con ese mundo de interpretaciones que velan su radiante belleza. Aún no se juzgan y se pueden permitir estremecerse con cualquier situación que la mente condicionada tildaría de ridícula o insignificante.

¿No será que lo único que nos impide sentir esa alegría natural es habernos confundido con ese personaje superpuesto que, al juzgar la existencia, se separa de ella perdiendo el contacto directo con su frescura, su inocencia y su energía viva? ¿No será que todo lo que ese personaje cree necesitar para sobrevivir de forma artificiosa en su mundo autocreado va formando capas de densidad en torno a la pureza natural de su alma cerrándole los poros al disfrute natural de la vida, a la energía poderosa que podría hacerle sentir intensamente vivo en cada momento?

Por eso siempre me he sentido cautivada por la simplicidad y la facilidad con que surge la alegría cuando me he permitido detenerme y dejar de atiborrar mi mente, mi emocionalidad y mi cuerpo con tantas cosas que no necesita. Por eso vengo dedicándome desde muy joven a investigar con pasión: ¿Qué necesito de verdad? ¿En qué estoy invirtiendo mi energía? Porque desde muy niña empecé a darme cuenta de lo hermosa que puede ser cualquier experiencia al abordarla desde la desnudez que somos y que sentimos cuando no estamos involucrados en llenarnos de eso que hemos creído necesidades imperiosas. ¡Cuánta plenitud podemos experimentar en una sola mirada, en un solo bocado, en un solo paso, en una respiración… cuando realmente estamos aquí, abiertos, vivos, disponibles.

Nuestros cuerpos, instrumentos preciosos destinados al disfrute y el conocimiento de la existencia, se han sobrecargado de tantos materiales innecesarios que han perdido esa sensitividad natural al instante. Nuestra emocionalidad, al renegar y separarnos del sentir, es percibida como un peso amenazante y denso que nos aísla por dentro, sin saber que es sólo vida constreñida que necesita expresarse y ser abrazada. La cantidad de opiniones, juicios y pensamientos que absorbemos y proyectamos sobre lo que acontece nos impide captar la fluidez inocente de ese fluir constante de la vida aconteciendo…

Hoy sólo quiero compartir este anhelo de simplicidad, de dejar de enfocarnos en añadir más y más cosas a nuestra vida y, más bien, soltemos todo lo que le hemos superpuesto y que vela nuestra íntima e ineludible fusión con ella: descubramos la verdadera y genuina alegría de la que nunca nos hemos separado.

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