UNA BELLA AMIGA

Desde hace un par de meses vive con nosotros una bella amiga: Tillandsia es su nombre.

Se trata de una planta singular de la que había oído hablar hace muchos años. No necesita tierra para nutrirse y crecer. Vive del aire. Sí, del aire y de la humedad en su medio natural. Cuando supe de ella, una oleada de inspiración me recorrió. Saber que existía tocó mi corazón.

Siempre me he sentido muy llamada a explorar las fuentes de la verdadera nutrición. Y siempre he intuido que, más allá de lo que damos por definitivo en este ámbito, existe un inmenso manantial de posibilidades inexploradas que se nos pasan por alto. Absortos como estamos recorriendo los viejos vericuetos de lo conocido, nos cerramos a la aventura del descubrimiento que la vida siempre nos está ofreciendo.

Tillandsia es inspiradora para mí porque con su existencia silenciosa y humilde nos abre una puerta a la investigación de nuestras verdaderas necesidades. Vivimos en un mundo que constantemente nos recuerda nuestra supuesta condición de seres necesitados de condiciones, objetos, relaciones, nutrientes… para sentirnos completos, realizados y felices.

Raramente se nos ocurre cuestionar lo que nuestro entorno da por cierto. Hasta que, quizás, un día empezamos a sentirnos ahogados por tantas cosas supuestamente necesarias, por tantos alimentos que empiezan a pesarnos, por tantas costumbres en las que hemos basado nuestro bienestar y que llevamos ya tiempo sintiendo como una carga que nos impide respirar el puro aliento nutritivo de la Vida.

Ella, la Vida, a través de seres como Tillandsia, nos recuerda que quizás, nada de ello es tan imprescindible. Su presencia es revolucionaria porque sin necesidad de nada consistente o sólido que la sostenga, se mantiene fresca y abierta cada día, recibiendo naturalmente su nutrimento del espacio que la envuelve. No tiene que hacer nada.

El domingo pasado, al volver a casa tras unos días fuera, nos esperaba con una sorpresa: su primera flor. Y en esta semana, dos más han aparecido ante nuestro asombro. Mi corazón se estremece de gratitud cada día cuando contemplo a esta silenciosa maestra, mensajera de lo invisible. Me invita con su propia vida a seguir investigando en la mía las fuentes de nuestro verdadero sustento. “No sólo de pan vive el hombre…”

Gracias, Tillandsia, por acompañar mis días.

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