“Salir del armario” es una expresión que siempre me ha atraído, pues me parece una forma muy gráfica de expresar la necesidad de salir del sufrimiento que supone vivir desde el temor a reconocer nuestra verdadera naturaleza. En cualquier área de la vida, el “armario” representa para mí ese lugar nada confortable al que nos adaptamos por miedo a no ser aceptados, llegando a habituarnos tanto a vivir encogidos en tan estrechos límites que nos parecen naturales. Sin darnos cuenta, nos acostumbramos a sentirnos recluidos en un “armario”, encerrados en un “sepulcro” de creencias limitantes. La más dolorosa de todas, madre de todas las demás, la identificación con un pequeño yo aislado en un cuerpo.
Aunque todos compartimos una esencia común, en cada uno y en cada momento se está expresando algo muy peculiar, chispas de originalidad que contribuyen a la belleza total del paisaje vivo que compartimos, siempre en continuo movimiento.
Mis “diferencias” las he vivido siempre con miedo. No podía entender ciertos aspectos de mi manifestación humana que no eran compartidos por la mayoría de mis congéneres. Y he pasado mucho tiempo tratando de enmendarlos, de ocultarlos, de disimularlos o de hacerlos comprensibles.
Cuando por fin me decidía a expresarme con libertad en un ámbito, a ser coherente con mis verdaderas prioridades o anhelos, a “decir no” cuando así lo sentía, a mostrar mis peculiaridades actuando con claridad, me sentía en paz y notaba una hermosa apertura producirse: ¡Nada más que esconder!
Sin embargo, esa expresión libre, al ser asumida como una nueva definición para mi “yo”, se convertía pronto en una nueva zona de seguridad, un nuevo “armario” en el que refugiarme, ahora con una nueva etiqueta. Eso sí, más alternativa o renovadora, pero a fin de cuentas, una nueva definición con la que identificarme.
Ya fuera en el ámbito de la nutrición, de las ideas espirituales, del mundo profesional o de las relaciones, cada vez que soltaba una forma de comprensión que ya se me había quedado pequeña y me abría a otra, supuestamente más amplia, aparecía esa hermosa, aunque frágil sensación de libertad. Mi pequeño yo no tardaba en adjudicársela como el gran logro con el que identificarse y en el que volverse a refugiar. Del “ahora ya no soy…” pasaba al “ahora soy” y en seguida, sentía íntimamente la restricción de esta nueva postura mental en la que quería situarme.
Abrirnos a lo desconocido, o lo que es lo mismo, vivir en coherencia con la vida momento a momento, no es algo que pueda hacer un yo disminuido. Los impulsos profundos de libertad de nuestro ser nos llevan a salir de toda definición, pero si son absorbidos por el movimiento de ese pequeño yo, aunque aparentemente hayamos dado un salto, seguimos en el mismo sitio.
Vivir de verdad es estar constantemente “saliendo del armario”, de la falsa zona de seguridad que nos proporciona el creernos un yo separado con todas sus definiciones. Y eso sólo es posible cuando nos vamos familiarizando con el espacio infinito que es nuestra esencia, nuestro verdadero hogar en el que siempre somos sostenidos, esas raíces entrañables de donde brotan nuestras hermosas expresiones, siempre cambiantes y sorprendentes, imposibles de catalogar o predecir.
Precisamente la comprensión de nuestra unidad esencial con todo lo que es, nos permite mostrar sin miedo las divertidas “diferencias” que se van dando en nuestro vivir, pues pertenecen al mundo de las formas, de lo que va y viene. Apareciendo en la consciencia, no nos definen ni nos obligan a reducirnos a ningún parámetro. No son “nosotros”, no son “nuestras”. Son momentáneas expresiones de la vida, que carecen por completo de significado personal. Estamos aquí para contemplarlas, vivirlas y abrazarlas mientras van apareciendo y desapareciendo. Estamos aquí para presenciar y participar de esta aventura insondable y siempre fascinante de la consciencia reconociéndose a través de las formas.
¿Salimos del “armario” de lo conocido?
¿Nos atrevemos a soltar la identificación con lo que creemos ser?
¿Salimos del sepulcro de las formas establecidas?
¿Resucitamos, en el único momento en que eso es posible, AHORA?