¿SOLEDAD O PENSAMIENTOS SOLITARIOS?

Seguramente ya te has dado cuenta: la sensación de soledad que experimentamos no tiene tanto que ver con la presencia física de otras personas a nuestro alrededor. Sí tiene mucho que ver con el tipo de pensamientos con los que nos manejamos. Viviendo desde la consciencia limitada de un pequeño yo separado de la vida, los pensamientos que se alimentan constantemente corresponden a esa reducción con la que nos identificamos. Suenan más o menos así: “Nadie me tiene en cuenta, todo depende de mí, tengo que esforzarme para que se me ame, no valgo como otros, no soy suficiente, estoy solo, tengo que protegerme…”

Cuando alimentamos este modo de pensar con nuestra credibilidad e identificación, nos sentimos más y más aislados y disminuidos. Cuando no hay en torno nuestro personas con las que distraernos, situaciones con las que evadirnos de ellos, percibimos estos pensamientos más intensamente y también las sensaciones emocionales de dolor y contracción que provoca el creerlos. Esto es lo que tememos realmente. La mente condicionada se dice a sí misma: “Si tuviera a alguien cerca, estaría mejor”. Y no se da cuenta de que ese supuesto “alguien” tan solo la distraería por un tiempo de ese monólogo automático que no necesita ser evadido, sino mirado de frente y cuestionado.

Esto no es algo que el yo separado esté dispuesto a hacer, pues se derrumbarían los cimientos que parecen sustentarlo. Por tanto, no se lo podemos pedir a él.

La necesidad de mirar de frente este monólogo mental y sus efectos sentidos surge de un espacio más profundo que es nuestra verdadera naturaleza, la conciencia viva que somos. Y la sentimos cuando estamos ya verdaderamente cansados de alimentar lo falso y de sufrir por ello. Entonces, naturalmente intuimos con fuerza que hay otra manera de vivir, de pensar, de sentir. Y venimos a su encuentro. No esperamos más. Sabemos que eso está aquí, en nuestro corazón, esperándonos desde siempre.

Nos dedicamos a observar lo que dábamos por cierto. La mente separada está constantemente generando “apartes” en su discurso. Habla consigo misma como si estuviera huérfana, como si nada la sustentara, como si todo dependiera de su esfuerzo. Y eso genera tanto malestar, tanta ansiedad, que no la soportamos. Otra variedad de su monólogo consiste en buscar paliativos adictivos para anestesiar o evitar el malestar que ella misma provoca. Vivir en la preocupación, pensar y sentir en ese modo solitario, haya gente o no alrededor, es lo que va intensificando la consciencia de separación, de soledad.

Hoy te invito y me invito a esta amable observación, que no es un recurso para estar mejor, sino la actividad natural de la consciencia que se actualiza en el silencio, en la quietud, en la profundidad de tu conexión con la Vida. En este contacto, dejándote respirar y vivir por ella, descansando en su amplitud, la observación de todo lo falso se da de modo natural. Confundidos con el vaivén de la mente, es imposible.

En comunión con el Ser, ya no experimentamos soledad, ni necesidad de ir por nuestra cuenta buscando sobrevivir en un mundo hostil. Esos pensamientos solitarios, al ser observados, al no ser alimentados, se disuelven en la nada, desaparecen. Ya no tienen sentido ni los necesitamos para seguir creyéndonos entes aislados.

En su lugar, empiezan a surgir pensamientos de otra frecuencia y calidad, que corresponden a la consciencia de unidad. Ya no vamos solos, caminamos sostenidos por una Vida que nos ha concebido y que nos guía si nos mantenemos en contacto con ella, si nos dejamos respirar, nutrir y mover por ella. Y contamos con su presencia y su intervención en todo, pedimos su inspiración, expresamos gratitud, aprecio…. Como niños que se saben llevados por sus padres y cuentan en todo momento con su presencia. ¡Fin de la soledad! ¡Fin del sueño de separación!

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