Ya no.
Ya no puedo emprender más aventuras por mi cuenta,
encaminadas a superar una supuesta insuficiencia.
Quizás ya no es posible.
Sosteniendo esta cansina historia de intentos fallidos,
sólo vives Tú,
espacio cálido y acogedor en el que descanso,
mientras las antiguas estructuras que erigí en tu seno se tambalean.
En tu transparencia ilimitada que abraza mi cansancio,
se desintegran ahora las viejas edificaciones que ya no son mi hogar.
¿Dónde están aquellos sólidos muros que parecían separarme del inmenso espacio?
El aire corre ahora entre las viejas columnas
que también se tambalean, resquebrajándose.
El aire, silencioso, siempre estuvo aquí.
Eras siempre Tú, sosteniendo con tu aliento mi experiencia,
con la que quise forjarme esa sólida identidad que se derrumba.
Hoy se desmoronan, agotados, los vanos intentos de separarme,
recluyéndome en un refugio tan cerrado.
Siempre estuviste aquí,
sosteniendo mis disfraces, mis metas, mi frágil identidad.
Siempre fuiste la sustancia
que alentó mis movimientos
esos que me adjudiqué como logros personales.
Siempre has estado respirándome, nutriéndome, recorriéndome por dentro,
filtrándote sonriente entre mis muros, que parecían poderte contener.
Siempre fuiste el amoroso pecho,
disponible para absorber
el esfuerzo angustioso con el que me confundí.
Eres tú, el inmenso espacio que siempre me sostuvo,
el único del que no puedo dudar,
en el que hoy descanso aliviada:
mi transparencia esencial.
Hoy, mientras todo va cayendo,
Tú permaneces
envolviendo en tus brazos infinitos
el sueño del olvido
en el que me perdí
para hallarme de nuevo,
siempre Aquí.
Qué hermoso descubrir que
éste fue siempre
mi inmenso Hogar
mi verdadero templo,
mi profunda identidad.