No-hacer o confiar en la VIDA

Detente en medio de eso que parece abrumarte.

No hagas nada.

Déjate tocar, respirar, sentir…

Sin necesidad de arreglar o remediar.

Encuentra la paz de permitir

que las olas de tu experiencia

se muevan libremente en ti

y retornen a ti.

Se habla mucho en nuestros días del concepto de no-hacer que las tradiciones orientales nos inspiran. Sin embargo, como suele pasar con estas atractivas vías, incorporadas a nuestro sistema de pensamiento, dejan de ser comprendidas y su sentido original resulta totalmente tergiversado.

Detener nuestra actividad física no es un indicativo de vivir la experiencia del no-hacer: a veces se confunde ésta con un estado contemplativo de inacción, en el que no participamos de la vida.

No- hacer es una actitud mental que no lucha contra la realidad, ni pretende cambiarla. Confía en que, uniéndonos a ella, la Vida sabe a dónde llevarnos. Y puede que nos impulse a una acción poderosa, pero no desde la perspectiva de un personaje hacedor que trata de controlarlo todo. Nos confiamos a una instancia que opera más allá de nuestras pequeñas mentes hiperactivas. Esta confianza es la clave. Y no es fácil de comprender y mucho menos de aceptar para nuestra mentalidad de hacedores, protagonistas y buscadores de logros personales inmediatos.

Este libro propone continuamente abrirnos a ese espacio de confianza profundo que somos en esencia. Paulatinamente, esa apertura se va haciendo parte de nuestro vivir cotidiano de forma natural. No nos resulta fácil, sin embargo. Al pequeño yo hacedor no le suele gustar cómo está sucediendo este momento y se separa de él juzgándolo de incorrecto o insuficiente. Desconfía de lo que está viviendo y tiene que cambiarlo. Cree saber cómo deberían ser las cosas y, por supuesto, no es como están apareciendo ahora mismo: ¡Hay que hacer algo!

Identificados con él, tenemos la sensación de que aceptando vivir este momento vamos a perder tiempo, reconocimiento, oportunidades. Es un temor profundo, ancestral, de quedarnos sin nada, de no ser nadie, de vernos despojados de lo que tanto esfuerzo nos ha costado conseguir, vacíos. No tenemos confianza en la forma que está tomando el ahora. Y así abandonamos la paz, buscándola en otro sitio, tratando de conseguir algo mejor. Volvemos a la búsqueda incansable, al hacer, que es otro modo de designarla. En realidad, hacer significa utilizar este momento para conseguir otro. Hacemos esto sólo como un medio para conseguir un fin que está más allá.

Este momento, vivido desde la consciencia, es precioso, si no lo despreciamos privilegiando un objetivo que, aunque está presente como idea, no es lo prioritario. Hacer algo considerándolo un fin en sí mismo, sin expectativas, es practicar el no-hacer al que se refieren las tradiciones filosóficas ancestrales. Tanto en la sabiduría del Tao, como en la filosofía hindú del karma yoga y tantas otras, se apunta a lo mismo: dejar de enfocarnos en los resultados de la acción. Sólo entonces actuamos creativamente.

El propósito de no hacer nada, si en el fondo estamos buscando algo a través de esa no-acción, se convierte en un modo de hacer compulsivo, aunque aparentemente nos encontremos inactivos.

El hacer del que nos estamos ocupando es una pieza indispensable del sistema de pensamiento al que sirve y confirma. Por eso, suprimirlo deteniendo la actividad no soluciona nada si en esa detención no contemplamos desde la consciencia todos los elementos implicados que nos llevaban a actuar: formas mentales, emociones, sensaciones… que pueden ser los mismos que nos hagan decidir suspender la actividad. En ambos casos, estamos escapándonos de algo o buscando algo más allá: tanto actuando como dejando de hacerlo.

Este hacer adictivo es la forma más efectiva que tiene ese sistema de pensamiento de perpetuarse, ya que a través de la acción condicionada evitamos sentir el sufrimiento provocado por el mismo. Es decir, dejamos de asumir la responsabilidad de nuestros pensamientos saltándonos el eslabón que podría detenerlos: el sentir de sus efectos. Sin esta consciencia, tanto al actuar como al no hacerlo, buscamos escapar inconscientemente del daño emocional que nos hacemos pensando disfuncionalmente. En ninguna de las dos posiciones, si miramos profundamente, estamos experimentando paz.

Por eso, el título de este libro no es “Del hacer al no-hacer”, sino “Del hacer al ser”. Es decir, del hacer compulsivo que sirve al personaje para perpetuarse, al ser, de donde, como veremos, surgen la acción o no acción libres, fluyendo desde el corazón.

Se trata, como siempre, de un cambio de perspectiva. Del sistema de pensamiento del pequeño yo al espacio inmenso de nuestra consciencia. Desde aquí, todo es vida intensa que contempla y sostiene cualquier acción o no-acción, pero… ¡No hace nada!

Estar atentos a este instante supone, en realidad, un estado de intensidad fascinante, muy lejos de la aparente dejadez que pudiera suscitar el término no-hacer en nuestra pequeña mente. Desde ahí, nos podemos encontrar a veces ocupados e incluso inmersos física o intelectualmente en una intensa actividad que es contemplada desde la quietud de la consciencia.

Detenernos físicamente para esta observación, es útil y necesario cuando nos damos cuenta de que estamos siendo llevados por la vorágine del cuerpo-mente. Basta aquietarnos un instante y recordarnos:

No tengo que hacer nada. La palabra tengo es la clave, pues es la que expresa el condicionamiento que sentimos. Una vez que asumo que “no tengo que hacer nada” para evitar o conseguir algo, puedo hacer cualquier cosa o quedarme inactiva, y ello fluirá espontáneamente de mi ser.

SUGERENCIA

Detente un momento. No hagas nada.

Vive esto tal y como está siendo, diga lo que diga tu mente, sea cual sea su opinión sobre esta situación, quizás tan familiar. Estate ahí.

Déjate respirar por este aire que justo ahora está entrando o saliendo de tu cuerpo…Siéntelo moverse en ti.

Déjate tocar por todo lo que tocas,

oír todo lo que estás oyendo,

Confía en este momento…

Observa lo que comenta tu mente, si dice algo. Incluye esto también.

Siente cómo reaccionas emocionalmente al creerlo. Quizás hay rechazo, cansancio, resistencia, prisa o urgencia por salir de aquí. Emociones que se mueven en ti… Siéntelas en las sensaciones de tu cuerpo. Deja estar a esas sensaciones sin tocarlas, sin tratar de cambiarlas.

Ve descubriendo poco a poco la paz que se esconde tras la resistencia a estar con todo eso. Esa paz inocente que no interviene ni se pronuncia sobre nada es tu gran tesoro, tu verdadera naturaleza ignorada. El amplio espacio que no puede ser amenazado. Silencioso y dulce, en él reside todo el poder del universo. No hace nada, descansa con todo, envuelve todo en su abrazo.

Eso es lo que eres.

Del libro “Del hacer al ser”, Editorial SIRIO.

Capítulo 5: “La luz del ahora”

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