HERMANOS

Siempre me ha enamorado la figura de Francisco de Asís y su profunda conexión con la vida a través de la naturaleza y de todas sus criaturas. Lo que más me conmueve es su sentimiento de hermandad, no sólo con los seres humanos, sino con toda la existencia. Sabernos hijos de una misma vida genera esa consciencia de unidad en la que todo está incluido. Así lo expresa en su “Cántico de las criaturas”:

“Loado seas, mi Señor
en todas tus criaturas,
especialmente en el hermano sol,

por quien nos das el día y nos iluminas,

y es bello y radiante con gran esplendor…”

Y seguía alabando a Dios por la hermana luna y las estrellas, por el hermano fuego, por la madre tierra, por el hermano viento, por el aire y por todas las criaturas que lo pueblan…

Hoy me siento inspirada a extender ese sentimiento de hermandad a todas mis experiencias, las más inmediatas, las más humildes, esas que al rechazarlas, me separan del presente, el único lugar empapado de vida, el único instante real. Disfrazado de formas que a veces nos despistan, al enfocarnos en ellas, perdemos la consciencia de unión a la que Francisco cantaba.

Así empezó a brotar mi canto hoy. No sé por qué, me surge rimado y acepto el juego de poetizar y aunque no sé nada de poesía, es así como se quiere expresar:

“Loada seas, Vida mía, por la hermana incertidumbre,

que tiene el don revelarme, al abrazar su temblor,

la profunda consistencia que vive en mi Corazón.

Loada seas, Vida mía, por el hermano dolor.

Cansado del rechazo que nos separó, aparece de nuevo buscando calor.
Eres bienvenido, hermano querido, en el hogar de mi Corazón.

Loada seas, Vida mía, por la hermana soledad.

Tras su aparente vacío me invita a confiar en el silencioso poder de mi respirar,

en la poderosa vitalidad de cada experiencia que acepto sin evitar.

Loada seas, Vida mía, por el hermano temor, por la hermana impotencia,

por la entrañable vergüenza o la impetuosa ira de las que me quise separar.

Hoy confío en vosotros, fascinantes heraldos de la inmensidad.

Hoy abro mi pecho a la vida que nos une y que sólo nuestro abrazo puede revelar.

En él os reconozco como aliados, hermanos mensajeros de la verdad

al revelarme la confusión de una mente que se apartó de la realidad.

Loada seas, Vida mía, por todos los pensamientos que creí enemigos

y de los que quise escapar:

Juicios de todo tipo, exigencias, culpas, comparaciones,

resistencias, dudas e intentos de controlar,

historias de vicitimismo y amenazas sin final…

Hoy os reconozco, hermanos disfrazados, criaturas perdidas buscando un Hogar.

Contemplaros me devuelve al cielo de la Presencia, mi verdadera identidad.

Aquí, al ser permitidos, podéis descansar.

Vuestra invitación es potente:

soltar el falso yo que os sostenía y os daba credibilidad.

Loada seas, Vida mía, por el asiento que me sostiene, las ropas que me visten,

el aliento que siempre me quiere respirar…

Por las sensaciones amables, la caricia del viento, el placer de los sabores,

la belleza del silencio, la alegría de sentir mi cuerpo danzar.,

la inspiración que me guía, el brillo de tus ojos al mirar…

Todos son mis hermanos, los dulces mensajeros de la verdad.

Todos son tus expresiones, en este ilimitado despliegue de creatividad.

Todos son tu rostro ensayando formas,

invitándome simplemente a desvelar la fuente de la que surgen,

el amor que esconden, el espacio sagrado de tu inmensidad.

Loada seas, Vida mía, por cada ser humano que contemplo

o en el que puedo pensar.

A cada hermano le has dado el don de despertar

la consciencia dormida de mi felicidad,

esa que compartimos en lo profundo, ahí donde la mente no puede llegar.

Más allá de su forma, me invitas a confiar en nuestro encuentro sagrado,

en todo lo que su presencia me puede revelar.

Agradable o tenso, doloroso o bello, desesperante o gozoso,

todo lo que con él vivo me trae al Hogar, al silencioso templo de la verdad.

Loada seas, Vida mía, por cada situación empapada de sacralidad,

por cada humilde experiencia, por cada instante tejido de hermandad.

Todo es vida palpitante buscando unidad,

la unidad primigenia que un día olvidamos y que sólo en ti podemos recordar”

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