¡ESTOY PERDIDA!

Hay dos modos de perderme:

o me pierdo en el mundo de la forma, confundida con lo que se mueve en él,

buscando entre sus nubes alguna que me llene,

entregándole mi energía y mi poder,

creyéndome la hacedora, esforzándome por conseguir que funcione

y olvidándome de mi ser…

O, agotada de intentar que el mundo sea a mi manera,

que me dé lo que no puede darme…

caigo rendida y acepto perderme en mi ser.

En sus brazos entrego toda la energía que invertía en esa búsqueda alocada

y, confiada como una niña recién nacida,

descanso en el corazón de la existencia.

Todo lo que traté de hacer por mi cuenta se torna ahora irrelevante.
Esa vidita personal que pretendí representar se desintegra

para ser absorbida en una gran Vida que la ama tiernamente.

Perdida y desaparecida como ente aislado,

puedo vivir en este escenario llamado mundo,

hecho de mi misma sustancia.

Y descubro que, al no buscar nada de él,

puedo amarlo, disfrutarlo y deleitarme en su belleza.

No es algo que “yo” hago:

la Vida en mí lo ama todo, lo permite todo, lo siente todo,

es la madre de todo lo que se mueve y se agita,

sin despreciar ni un sólo aspecto de su suceder.

Las cosas que pasan, la vulnerabilidad que experimento,

la confusión o el dolor que me atraviesan no son amenazas,

sino amadas expresiones de mi naturaleza

que buscan el calor, la luz, el espacio natural

y la total aceptación de la consciencia amorosa que soy.

Y al dársela, me reconozco más aún como Vida,

perdida en ella, desaparecida

y hallada en mi verdadero SER.

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