“Cositas” del mundo.

Vivimos acompañados por un constante desfile de sucesos, situaciones, cosas que van y vienen, tanto externa como internamente, conmoviéndonos con frecuencia

Todo lo que aparece en nuestro mundo surge del océano del silencio y vuelve a él naturalmente. Cualquier objeto externo -incluidas las demás personas-, cualquier percepción de los sentidos, sentimiento o pensamiento…todo lo que constituye el mundo de las cosas, es un eco momentáneo de la fuente creativa del ser.

Nuestro sufrimiento se genera, simplemente, al quedarnos prendidos de esos objetos en lugar de permitir que, en su natural desenvolvimiento, nos devuelvan al océano del silencio vivo del que surgen.

Como niños hipnotizados por el brillo de sus juguetes, olvidamos el contexto en el que aparecen y que los sostiene y perdemos la visión de la totalidad. Aferrados a esas “cositas” que bailan en la superficie de nuestra experiencia, tratando de solucionarlas, eliminarlas o mantenerlas, buscando en ellas lo que no pueden darnos, nos esforzamos por impedir su irremediable desvanecimiento. Intentando lo imposible, resistiéndonos a su flujo natural, nos percibimos como objetos dependientes de que sucedan o no ciertas cosas, tratando de controlar lo incontrolable. Y ellas, las “cositas”, parecen cobrar entidad. No la tienen: se la da nuestra credibilidad e identificación con ellas y con el pequeño personaje que las busca o trata de evitarlas.

Esto, de modo muy simplificado, es lo que conocemos como vida humana.

¿Qué ha quedado en el olvido? Lo fundamental: la fuente viva de donde todo surge, el silencio, la nada, el todo, como queramos llamarlo. Llamémosle el ser.

Así que, todo es muy simple, si lo miramos limpiamente. La vuelta al hogar se nos ofrece ahora mismo: Estamos invitados a volver la atención desde los objetos a la inmensidad; de las cosas al espacio que las envuelve; de los sonidos al silencio de donde surgen; del sufrimiento que experimentamos, a la consciencia que lo abraza; del pensar alocado, a la luz del ser que lo ilumina.

Todo un entrenamiento que, en realidad, sólo es una invitación a recordar, momento a momento, lo que hemos olvidado; a soltar el enganche con las formas y entregarlo a su origen: el inmenso espacio en el que podemos descansar.

¿Te imaginas… poder usar todo lo que parece acontecer en nuestra experiencia como una puerta hacia la libertad? Todo se vuelve entonces muy útil. Nada es desechable, pues cada cosa nos ofrece esa doble opción: enredarnos en ella, perdiéndonos, o contemplarla situándonos así naturalmente en nuestro verdadero hogar,el espacio invulnerable de la verdad.

Este instante es la puerta. ¿Entramos?

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