SIENDO VIVIDOS

Estos entrañables días de retiro que hemos compartido en La Laguna de Bolonia han sido el escenario de una potente comprensión que ha ido cobrando vida en cada mirada, en cada gesto, en cada respiración, en cada nota de música que nos acompañaba: somos vividos.

Cuando nos unimos a esa Gran Vida que nos anima y la dejamos recorrernos libremente, abriéndole el corazón, nuestro cuerpo-mente desaparece como barrera y se convierte en un instrumento afinado para que ella, la Vida, se exprese en todo su potencial, maravillándonos con su espontánea genialidad. Cuando queremos hacerlo todo por nuestra cuenta, sin embargo, nos cerramos a ese poderoso flujo de vitalidad que nos anima y nos une en lo profundo.

No hemos hecho nada extraordinario estos días, no hemos aplicado técnicas ni trabajado métodos específicos. Nos hemos dedicado a vivir, a entregarnos al instante, nos hemos permitido ser niños que se abren a la existencia tal como es, degustando sus matices, sin despreciar ninguna de sus expresiones. Nos hemos enamorado del silencio que ha ido atrayéndonos a sus brazos como una amorosa madre acoge a sus hijos.

Y nuestras miradas se han encontrado mientras caminábamos, bailábamos, respirábamos, reíamos, comíamos, jugábamos… Tras ellas, la poderosa presencia que nos une. Esa unidad ha dejado de ser un tópico y ha ido empapando de ternura, y a la vez de consistencia, la experiencia viva del instante.

Una vez más, quizás más que nunca, me he visto desaparecer como alguien que protagoniza algo, alguien que tiene que jugar un papel. Me he rendido ante la evidencia de que, cuanto más me quito de en medio como “hacedora” y confío, más consciente soy de cómo la Vida opera haciendo aflorar en cada momento la nutrición necesaria para todos nosotros, sus hijos.

Infinito agradecimiento por tanta inspiración expresada a través de todos los que nos reunimos a compartirnos este fin de semana. Fuimos invitados a celebrar la unidad, a disfrutarla y a extenderla. El impulso es ya irrefrenable.

Profunda gratitud a ese espacio tan maravilloso, la Laguna de Bolonia, que nos recibió con tanto amor. Ese entorno tan íntimo, junto a las montañas y ante la inmensidad del océano, nos conectó con nuestra poderosa naturaleza interior.

Gracias a la Vida que nos vive, gracias de todo corazón.

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