SIENDO VIVIDOS

Estos días me veo con frecuencia escribiendo correos, difundiendo carteles que anuncian las próximas presentaciones de mi libro y mis actividades del mes de febrero. Hoy, precisamente, sale a la luz la segunda edición de “Del hacer al ser”.

Por momentos, me detengo sorprendida de este movimiento en el que, en ciertos períodos de mi vida, me veo involucrada. Mi inclinación natural a la interioridad se alterna con momentos expansivos que anhelan la apertura, el encuentro, la sensación de extenderme, no sólo desde mi consciencia, sino también físicamente, desplazándome, viajando, compartiendo… A veces la sala de mi consulta se me queda pequeña y surge este impulso incontenible. Es un período de espiración natural que sigue a tantos otros de inspiración, de silencio e introspección.

En momentos así comprendo más que nunca esa eterna cuestión que se plantea tan frecuentemente en torno al “hacer”. Suele entenderse, incluso ante el título del libro, “Del hacer al ser”, que arraigarnos en lo que somos supone necesariamente inactividad. Se confunde el “no hacer” del que hablan las vías de autoconocimiento con una renuncia a cualquier iniciativa en el mundo de la forma.

En mi experiencia, no suele ser así. Cuanto más profundizo en mi verdadera esencia, dedicándole mi vida y priorizándola por encima de todos los tesoros de la tierra, más impulsada me siento a ofrecerme, a compartir, a expresarme creativamente de mil maneras. Recuerdo cuando lo hacía a través de la pintura. Ahora reconozco esa misma creatividad que quiere extenderse cuando hablo o escribo, o en medio de cualquier actividad cotidiana.

La inspiración que hizo nacer este libro y que me llevó a compartirlo me mueve de nuevo a pasearlo, a usar esta nueva edición como una excusa para estos encuentros desde lo profundo. Si, en algún momento, mi pequeño yo tratara de apropiarse de este movimiento, buscando engrandecerse o temiendo achicarse, eso también es abrazado en la intimidad de la consciencia. Forma parte de la fiesta.

Sí, me gustaría que muchas personas lo leyeran, claro que sí, ¿Cómo iba a negarlo? Los testimonios y experiencias de los que ya lo han leído y practicado alientan mi anhelo de que siga siendo útil para otros, tanto como lo es para mí. Y honro este deseo que surge en mi corazón facilitando su difusión en mis charlas, presentaciones y talleres. Cada paso es un regalo; cada momento, un privilegio, una oportunidad de recuperar la perspectiva de lo profundo mientras recorro una aparente vía horizontal que viaja hacia otro sitio. La verdad es que no me importa ningún otro sitio al que llegar ni podría soportar usar esto para conseguir otra cosa. Ya conozco el sufrimiento que ello entraña.

Esto es lo que marca la diferencia entre el “hacer creativo o inspirado” y el “hacer adictivo”. El primero, no se separa mentalmente de este instante, privilegiando lo que ha de venir, no busca nada a través de su acción ni está ligado al resultado de la misma. El segundo (al que se refiere el título del libro) es una evitación del presente, una manera de buscar en otro tiempo, en otro lugar, la plenitud que se resiste a experimentar aquí.

Un libro no es nada si no está vivo. Así que sigo decidida a vivirlo, comprometida con su mensaje profundo. Como escribía en sus primeras páginas:

“…Yo soy la que más se nutre de él,

pues ha sido escrito para que yo lo aprenda

y mil veces más lo vuelva a aprender.”

Con él aprendo que este momento en que escribo no es menos importante que aquel en que me encuentro en cualquier sala dando una charla. Que moverme en la cocina de mi casa es una oportunidad tan sagrada como expresarme en un lugar público para recordar el amor que soy. Todo es el único espacio del SER.

Agradezco de corazón la posibilidad que se me ofrece ahora de viajar con mi familia y compartir con ellos mientras nos detenemos en algunas ciudades a presentar el libro. Nuestras conversaciones o silencios en el coche no tienen menos valor que los que puedan darse en una charla con más personas. ¿Cuál es la diferencia? Ninguna. Una sala llena, una sala medio vacía… ¿Qué significado tiene? Ninguno. Todo son oportunidades para amar lo que surge, dentro y fuera: alegría o decepción; éxito o fracaso, plenitud o vacío…

Todo es una ofrenda, una oportunidad preciosa para descansar en eso que no se mueve, pero que alienta todo movimiento. Eso que no hace, pero de lo que surge toda creación, eso que somos en la intimidad de nuestro ser.

Sólo quiero ser vivida, fluir con esta vida que me vive y que, más allá de mis pobres conceptos, orquesta todo. Ahora me muevo, mañana sólo Dios sabe si me moveré. Somos movidos, somos vividos…

Os abrazo y os invito a participar, si así lo sentís y estáis cerca, en cualquiera de las presentaciones. Será bonito encontrarnos, compartir palabras y experiencia, la música de Ángel al piano, silencios para intimar con nuestro corazón…

Gracias a todos los que me habéis hecho partícipe de vuestra experiencia a través de vuestros testimonios que hoy, como homenaje a esta segunda edición, comparto en la web. Gracias de corazón.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *