¿QUÉ PUEDE ATARME?

¡Es tan habitual creer que hay algo que nos limita, nos ata, nos daña! El sistema de pensamiento egoico, basado en la creencia de que somos seres carentes y necesitados, insiste en que hay un mundo ahí fuera con la capacidad de disminuirnos o privarnos de libertad.

Podemos observarlo tanto cuando se trata de circunstancias muy concretas de lo cotidiano (ciertas relaciones o situaciones), de las variabilidades de nuestro mundo interior (emociones, pensamientos, sensaciones) como cuando nos referimos al sistema socioeconómico en el que vivimos. La pequeña mente le da a todo ese mundo un poder que no tiene, todos lo sabemos.

Sin embargo, mirémoslo bien: ¿Qué podría atarme o dañarme si sé lo que soy, no un pequeño personaje limitado y dependiente de las circunstancias, sino pura vida, pura consciencia unida a la totalidad?

Sólo cuando me confundo y me olvido de lo que soy, el daño o las ataduras se hacen posibles. Y ello por una simple razón: espero o creo necesitar algo de ese sistema, de esa relación, de esas situaciones a las que adjudico la capacidad de dañarme.

Si reconozco que el mundo no puede darme nada que tenga valor real para mí y dejo de esperarlo, limpiando hasta las capas más profundas de mi inconsciente de la creencia en la necesidad, nada ni nadie puede limitarme.

Reconocer esto es muy potente. Supone amar y sentir una conexión tan poderosa con nuestra esencia, una confianza tan profunda y una entrega tan radical, que comprendamos que todo cuanto necesitamos de verdad ya está aquí, forma parte desde siempre del verdadero ser que somos. Cuando no hay nada ahí fuera que desee más que disfrutar de esta evidencia, ¿cómo se me podría limitar, dañar, reducir o amenazar?

Sólo mis expectativas depositadas en el mundo (aprobación, abundancia, éxito, poder, amor…) a causa de la creencia en mi supuesta limitación, pueden oscurecer esta comprensión. Al creer en lo que el mundo podría darme, me ato a las leyes de ese mundo y puedo ser fácilmente manipulable.

En esencia, somos pura libertad y nuestra única función es reconocerlo momento a momento, descansando así en nuestra verdadera identidad inviolable.

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