Viajar presentando mi libro en diversos lugares es una forma curiosa que toma mi vida en muchos momentos últimamente. Yo misma me pregunto con sorpresa: ¿Cómo bajo ese denominador, siempre común, podemos vivir cada vez experiencias tan diversas? Y la respuesta es inmediata: no estoy presentando un libro. Estamos compartiendo vida, que es nueva constantemente. Estamos siendo bañados por una cascada de silencio que nos envuelve en cada encuentro, mientras la música, las palabras, la comprensión, el sentimiento… surgen danzando juguetonas en ese espacio compartido.
El libro es sólo una excusa. Hablar de él me compromete cada vez más con su contenido, del que sigo aprendiendo. Imposible preparar lo que será dicho, ¿Cómo podría saber ahora lo que sólo estará vivo en ese nuevo instante? La única posible preparación es enamorarme de este espacio silencioso que siempre nos envuelve y del que aflora creativamente todo. Comprometerme con él intensamente es mi única función. Pero de sus contenidos, he de olvidarme, pues no le corresponde a una mente pequeña dirigirlos o determinarlos.Naturalmente surgen los temas necesarios, las preguntas, las posibles respuestas, la música, las pausas…Y todo es orquestado desde un espacio más profundo al que todo regresa. A él nos dedicamos.
Viajar presentando un libro no tiene más importancia que tantas otras situaciones cotidianas en las que me muevo, como sentarme con personas en mi consulta, cocinar, hablar por teléfono, salir a caminar un rato, hacer una maleta o escribir una entrada en mi blog. Parece más excitante, y lo es por momentos. Sin embargo, se trata sólo de una forma cambiante que, al igual que cualquier otra actividad es delicadamente envuelta en la misma luz silenciosa del ahora, ese océano que desciende en cascada transparente acariciando inocente cada movimiento, cada gesto, cada sentimiento o sensación de nuestro ajetreado viaje por la superficie. La vida contempla sonriente nuestros estallidos de entusiasmo o nuestros momentos de frustración como una madre miraría a sus niños ensimismados con sus juguetes que creen tan reales al identificarse con el juego.
Es bello presentar un libro, es hermoso compartir miradas, pensamientos, sentimientos y comprensión, pero es más bello aún sentir la vida intensa que sostiene, del mismo modo, cualquier otra experiencia con otro nombre, no separada en absoluto de esa. Todo es la misma oportunidad: dejarnos abrazar por la luz del instante presente, la inagotable presencia del ser.