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SENTIR



Últimamente se repite mucho esta palabra... yo misma la utilizo con frecuencia cuando comparto, cuando escribo, cuando acompaño a otros seres humanos. Incidimos en la necesidad de sentir, en vez de seguir alimentando el pensar compulsivo que lo genera.


Es una llamada a la responsabilidad, a darnos cuenta de que los pensamientos de separación y juicio generan sufrimiento cuando los creemos y nos identificamos con ellos. Así, sentir lo que sentimos se convierte en una preciosa guía para indicarnos desde dónde nos estamos viviendo. Es también una invitación al amor, al cuidado amoroso de nuestra vida, atendiendo lo que duele, dándole espacio, sin pasárnoslo por alto.


Sin embargo, esta invitación, al ser asimilada por la mente del yo separado, se convierte inmediatamente en algo que hay que hacer, en un medio para conseguir que el malestar o el dolor desaparezcan. Interpreta que, gracias a sus esfuerzos por sentir, conseguirá deshacerse de lo que juzga como inadecuado. El sentir se convierte en un hacer que él mismo se adjudica y en el que se involucra para conseguir algo.


Sentir no es algo que hacemos. Es algo que reconocemos, está sucediendo siempre. La consciencia viva que somos es intrínsecamente sensitiva, es pura sensibilidad, en el sentido de que es abierta y receptiva a toda experiencia. Ella se encuentra en el núcleo de cada experiencia y se vive a sí misma a través de todos sus detalles. Sin juicio, sin nombre, sin pretensiones, sin futuro ni pasado, todo le es íntimo y a todo le ofrece su espaciosidad.