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¿PARA QUÉ?



Hoy, desde que me desperté, está muy viva para mí esta pregunta: ¿Para qué es? ¿Para qué es esta acción, esta experiencia? Y sólo encuentro dos posibilidades muy claras: puede servir para nutrir una pequeña identidad separada de la Vida o ser una expresión natural de la Vida.


Sin presencia, mis experiencias siguen surgiendo y girando en la rueda de la búsqueda y de la necesidad y sirviéndole para afirmarse. Si no hay una consciencia despierta, lo que pienso, siento y hago, desconectado del Corazón, absorbe sus energías preciosas. Nuestra vitalidad natural es usada para alimentar, sin darnos cuenta, un vivir automático.


Así se explica nuestro cansancio: proviene de vivir sin conexión con la Fuente, del Ser, usando sus energías para nutrir fines personales que nos reducen y limitan.


Podemos tener muy clara la visión de lo que somos, podemos comprender lúcidamente cómo la hemos olvidado disminuyéndonos al confundirnos con un "yo separado". Podemos incluso decidirnos a recordar con frecuencia nuestra verdadera identidad meditando, leyendo, cultivando esa nueva consciencia. Y eso es necesario.


Sin embargo, si no hemos escuchado y seguido la llamada de una verdadera entrega, en nuestro día a día, nos perderemos. Porque es ahí, en el día a día, en cada momento, donde realmente está disponible la posibilidad de integrar y de realizar lo que comprendemos. Es ahí donde es necesaria la consistencia y el recuerdo constante.


Y, queridos amigos, para mí, si mi consciencia está dormitando, seguiré pensando, sintiendo y actuando desde ese reducto de separación que se perpetúa con el automatismo, como una rueda que gira por inercia. ¿De dónde extrae sus energías? De la única Fuente posible, la Vida. Y esto no es bueno ni malo. Simplemente, tengo que saber a quién estoy alimentando.


El SER, lo que somos, no necesita alimento. ES. Pero si sigo empeñada en usar sus energías para nutrir "lo que no soy", el personaje buscador que lo trata de suplantar, éste último cobrará una aparente consistencia que velará la verdad de lo que soy, manteniéndome entretenida en una diáspora sin fin. Simplemente porque lo estoy alimentando con mi dedicación: pensando desde donde siempre pienso, sintiendo como siempre y actuando en base a ese modo de pensar y sentir. Todo ello en beneficio de un yo ficiticio que se cree separado de la totalidad.

Por eso, no es suficiente saberlo, meditar, recordar. Necesito entregar mi vida a ello. Consagrar cada instante a descubrir la Verdad. Suena altisonante, quizás, esto de la consagración, pero en realidad es muy simple.


Necesito bajar el ritmo, detenerme, respirar, preguntarme en cualquier momento: ¿Esto... para qué es? ¿Para qué hago esto? ¿De dónde vienen esta cadena de pensamientos? ¿Qué estoy alimentando con esta experiencia? ¿Qué se refuerza en mí al elegir esto? ¿Me siento unida o separada?


Las respuestas son sencillas, en realidad. La experiencia presente me indica en seguida en dónde estoy invirtiendo. Si hay agitación, tensión, agotamiento o sobrecarga en mi paisaje interior; si no siento paz o conexión con la Vida y con todos los seres, es que estoy invirtiendo en separación.


Puede parecer trabajoso, pero en realidad, lo verdaderamente trabajoso y forzado ha sido el entregar las preciosas energías de la vida a los objetivos pusilánimes y restringidos de un yo pequeño, separado de la existencia. En él hemos depositado nuestra confianza y por eso, estamos agotados. Vivir así es un esfuerzo totalmente antinatural.


Ahora, al querer reconocer la verdad de lo que somos, volver al Hogar, este tipo de preguntas y cuestionamientos pueden parecernos algo forzado y trabajoso. Pero... ¿a quién se le antojan así? El yo de la inercia, el adicto a lo conocido, siempre argumentará en contra de la Verdad, aduciendo que es difícil vivir desde ella, trabajoso o artificial.


Atravesemos ese velo de resistencia. Decidámonos a dedicar nuestra vida, cada detalle de nuestra vida a la VERDAD. Ella nos sostendrá. "No se puede servir a dos señores", decía Jesús, aludiendo a la locura de pretender entregarnos al SER y seguir enganchados en una estructura automática que no lo ama.


Ofrezcámosle a esa esencia, nuestra poderosa y verdadera naturaleza, las preciosas energías que han estado al servicio de lo ilusorio. Dejemos que se alimente de ellas el Dios que somos, ese que vibra en lo profundo del Corazón.




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