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FLORECIENDO



Ayer me detuve un ratito junto a un almendro que empieza a florecer en medio del invierno. Silenciosas y tiernas, sus flores, conmovieron mi corazón.


Nos hemos volcado tanto en el mundo cambiante de las formas, que se nos olvida con frecuencia la Fuente viva de la que surge esta incesante danza. Le hemos querido dar a ese movimiento de las cosas un argumento lineal contándonos tantas historias sobre su desenvolvimiento, que nos perdemos el florecer instantáneo de la Vida surgiendo incesante de sí misma.


La Vida se da, está dándose continuamente, momento a momento. Quizás no está yendo a ningún sitio, sino brotando como un manantial inagotable. Pero... ¿estamos aquí para florecer con ella?


Detenernos un momento en cualquier rincón de la naturaleza puede traernos a recordar la perspectiva simple que olvidamos: la Vida floreciendo en cada instante, siempre nueva. Ofreciéndose porque sí, dándose, expresándose, nos invita quizás a contemplar en nosotros también ese inagotable surgir y desaparecer de la experiencia que queda tantas veces despreciado en nuestra alocada carrera. Si no nos aferramos a ninguna de sus formas, si soltamos tantos significados con los que calificamos las vivencias, si no nos las apropiamos para ir hacia otro tiempo... podemos descansar en esa Fuente silenciosa y sin nombre de la que todo surge, nuestra verdadera naturaleza.




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