EXPERIENCIA VIVA

Hoy deseo con todas mis fuerzas rescatar la vida del encerramiento al que la mente condicionada suele someterla cuando nos la creemos. La vida es vibrante, pura, fresca y si nos dejamos atravesar por ella, momento a momento, nos renovamos continuamente.
Esa mente disfuncional con la que solemos confundirnos, en cambio, usa las experiencias para validar sus creencias, para confirmar los pensamientos que nos separan de lo que está vivo. Así, por ejemplo, si pensamos que tal persona es desagradable, al acercarnos a ella desde ese juicio, nos sentimos contraídos y al acecho, con lo que no podremos contemplar la verdad de ese ser humano, que siempre es nueva, en este instante. Y la mente concluirá, ante la experiencia distante que hemos establecido, que efectivamente, no es agradable estar con esa persona, poniendo en ella la causa del malestar que sentimos.
De este modo, se usa la experiencia para confirmar lo que pensamos y damos por cierto. Así, constantemente, se repiten las mismas historias, las mismas situaciones con escasas variaciones. ¡Qué monotonía tan agotadora!
Y luego nos quejamos de que la vida es aburrida y necesitamos cambiar, buscar novedades y estímulos. Pero será en vano, pues el mismo mecanismo se repite: usar la experiencia para validar un pensar mortecino con el que nuestra vida se va ahogando poco a poco.
¿Qué pasaría si, simplemente, nos abriéramos a vivir la experiencia sin más? ¿Cómo sería dejarnos atravesar por lo que experimentamos a cada instante, sin todo ese arsenal de información que oprime nuestro cuerpo y cierra nuestros