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EXPERIENCIA VIVA




Hoy deseo con todas mis fuerzas rescatar la vida del encerramiento al que la mente condicionada suele someterla cuando nos la creemos. La vida es vibrante, pura, fresca y si nos dejamos atravesar por ella, momento a momento, nos renovamos continuamente.


Esa mente disfuncional con la que solemos confundirnos, en cambio, usa las experiencias para validar sus creencias, para confirmar los pensamientos que nos separan de lo que está vivo. Así, por ejemplo, si pensamos que tal persona es desagradable, al acercarnos a ella desde ese juicio, nos sentimos contraídos y al acecho, con lo que no podremos contemplar la verdad de ese ser humano, que siempre es nueva, en este instante. Y la mente concluirá, ante la experiencia distante que hemos establecido, que efectivamente, no es agradable estar con esa persona, poniendo en ella la causa del malestar que sentimos.

De este modo, se usa la experiencia para confirmar lo que pensamos y damos por cierto. Así, constantemente, se repiten las mismas historias, las mismas situaciones con escasas variaciones. ¡Qué monotonía tan agotadora!


Y luego nos quejamos de que la vida es aburrida y necesitamos cambiar, buscar novedades y estímulos. Pero será en vano, pues el mismo mecanismo se repite: usar la experiencia para validar un pensar mortecino con el que nuestra vida se va ahogando poco a poco.

¿Qué pasaría si, simplemente, nos abriéramos a vivir la experiencia sin más? ¿Cómo sería dejarnos atravesar por lo que experimentamos a cada instante, sin todo ese arsenal de información que oprime nuestro cuerpo y cierra nuestros poros a la vivencia? Seríamos, por fin, como niños que se abren a explorar con inocencia y entusiasmo cada detalle.


Disponemos de esa capacidad innata. Somos consciencia. Y esa consciencia está viva, se funde con todo lo que experimenta natural y espontáneamente, salvo que bajo las órdenes de una mente dislocada nos quedemos retenidos, bloqueados por sus juicios.


Cuando no hay preconceptos, la vida es fresca. Somos esa frescura, esa apertura, esa poderosa energía de la existencia. En nuestro cuerpo todo es fluidez y vibración. Está construído de la misma sustancia que la totalidad y no conoce, en sus entrañas, la idea de separación. Como todo en la naturaleza, tiende espontáneamente a la conexión, a la entrega. ¿Cómo podría ser difícil sentir directamente lo que está vivo aquí y ahora?


Abrámonos a la experiencia, amigos, liberémosla de todo lo conocido, rescatémosla de los cansinos corredores de esa jaula mental en la que la vida se ahoga. ¿Qué podría pasar?


Para empezar, adivino, la mayor parte de nuestras conductas adictivas desaparecerían, ya que lo que solemos buscar en ellas es un respiro de esa torturante monotonía, totalmente forzada. Anhelamos vibración, movilidad, dinamismo, renovación, intensidad... y muchas de esas adicciones parecen ofrecérnoslo por un momento. Sin embargo, no pueden durar por su naturaleza ilusoria. Buscamos, en el fondo, consistencia, intensidad real. Y está aquí, siempre aquí.


Sólo necesitamos abrir nuestro CORAZÓN, nuestros sentidos, dejarnos tocar por la vida, ser inundados por su poderoso aliento, danzar con la existencia y no detenernos, no estancarnos en el pensar.


La vida no se detiene. estamos aquí para amar.

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