El miedo al vacío

Quisiera compartir ahora contigo una experiencia que tuve a mis 23 años y que evoco siempre con cariño, relacionada con esta temida sensación de vacío tan compartida por los seres humanos.
Como terapeuta, soy testigo del temor que provoca y de la energía que se utiliza en evitarla de mil maneras. Casi siempre localizada en la zona del plexo solar, esa abrumadora sensación emocional nos puede llevar, por ejemplo, a buscar algo que comer, a tomar cualquier cosa que nos dé sensación de llenar ese hueco insoportable.
En mi vida, esa salida se ha expresado en ciertos períodos en una forma de comer desordenada, picando por aquí y por allá sin consciencia. Lo más difícil de la experiencia era el estado que vivía después: aunque no hubiera comido mucho, me invadía una sensación de desmagnetización, pérdida de energía y vacío aún más dolorosa.
En momentos de estrés o confusión, en los que perdía la sintonía conmigo misma, me veía picoteando, probando esto o lo otro, movida por impulsos automáticos, tratando de calmar instintivamente el vacío generado por mis pensamientos inquietantes o dolorosos.