DE LA CARENCIA A LA COMPLECIÓN

Somos compleción, unidad perfecta con el ser. Cuando nos confundimos con entes aislados y obviamos esta realidad, sintiéndonos carentes y necesitados, proyectamos en un mundo de objetos separados la integridad olvidada. Las relaciones que establecemos con ellos consisten en buscar lo que creemos que pueden darnos.
Desplazamos y repartimos nuestra integridad en una constelación de situaciones que, de darse como querríamos, nos parece que podrían completarnos. Así, solemos depositar el amor en las relaciones de pareja; el apoyo o sostén, en los amigos o familiares; el reconocimiento o valoración, en nuestras consecuciones profesionales; la nutrición, en los alimentos que tomamos; la abundancia, en el dinero o posesiones que acumulamos; la seguridad, en el cumplimiento de ciertas normas externas o en el logro de ciertas condiciones que parecen protegernos…
Desde esa perspectiva, tanto la nutrición como cualquier otra relación establecida con el mundo de la forma consiste en apropiarnos de algo que nos falta, se encuentre ello en lo que consumimos, en lo que poseemos en otras personas o situaciones a las que nos apegamos.
Desde la perspectiva de lo que somos, pura compleción, no hay necesidad de buscar nada. Cuando nos reconocemos como el ser, uno con todo…¿Qué lugar ocupan entonces todas las circunstancias de nuestra vida a las que les habíamos dado el poder de completarnos o nutrirnos?