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ABANDONO




Lo más doloroso que sucede cuando nos creemos los juicios de la pequeña mente es el abandono que experimentamos y del que quizás, no somos muy conscientes.


Cada vez que me engancho en un juicio que surge en el campo de mi consciencia, automáticamente abandono la amplitud, el espacio luminoso del ser para contraerme en un reducto muy, muy limitado: un pensamiento referido a algo o a alguien que percibo también limitado, desde la limitación en que me acabo de posicionar.


Resumiendo: me olvido de quién soy para confundirme con un "alguien" (objeto) que se pronuncia sobre otros "alguienes" (objetos). Y esto es muy doloroso.


Aunque estamos acostumbrados a vivir desde las cansinas opiniones de la mente, el malestar que sentimos y que a veces no podemos explicarnos, tiene esa simple raíz: al adherirnos a ellas nos alejamos del entrañable hogar del presente, donde la vida respira, late y es profundamente sensitiva. Abandonamos el espacio del corazón, que es otro modo de aludir a nuestro cálido Hogar.


Pudiera parecer que cuando mis opiniones están revestidas de un halo de espiritualidad o consciencia no est