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DESEAR



Con frecuencia, al empezar a familiarizarnos con la perspectiva de la consciencia, surge la pregunta: ¿y nuestros deseos, nuestros anhelos de crear, de realizar...? ¿qué sentido tiene desear algo si asumimos que todo lo que sucede es perfecto y sólo pide ser amado, aceptado, permitido? ¿Dónde queda nuestra creatividad, la expresión de nuestra naturaleza realizadora?

Este tema ha sido muy importante en mi vida. Se han ido alternando períodos en los que prevalecía el enfoque en la consciencia que todo lo abraza y otros, en los que mi naturaleza creativa, que anhela expresarse, se despertaba con fuerza buscando realización.

Desde la perspectiva de lo profundo, sin embargo, ahora comprendo que no son dos movimientos diferentes ni necesariamente alternantes. Desde la conciencia, el abrazo del momento presente lo incluye todo: situaciones, emociones, pensamientos, percepciones... y también deseos, impulsos creativos y anhelos de expresar y realizar con pasión cualquier inspiración que amamos. Todo forma parte de la inagotable sinfonía de la vida manifestándose en toda su riqueza.

Cuando miramos desde la mente superficial, es posible creer que los deseos o anhelos creativos que experimentamos no están en sintonía con la aceptación de lo que es, como si aceptar consistiera en dejar que las cosas no cambien y permanezcan inamovibles.

La aceptación no tiene nada que ver con eso. Es el movimiento dinámico de la vida reconociéndose a sí misma en este instante, a través de todas sus formas cambiantes, incluidos nuestros deseos de realización.

Comprender esto depende, como siempre, de la perspectiva en la que nos situamos. Desde la percepción del pequeño yo con el que nos confundimos, todo lo que aparece en su experiencia es usado para ir a otro lugar, para conseguir algo más en la línea horizontal de la existencia. Los pensamientos, sentimientos, sensaciones, situaciones, relaciones... no son realmente experimentados en el ahora. El ego se apega a ellos o los rechaza para seguir autoafirmándose, pero no los vive realmente. Se salta la experiencia real del momento presente.

Con los deseos que surgen en la consciencia actúa del mismo modo. En lugar de vivirlos en su intimidad, dándole espacio a la experiencia, los proyecta hacia un futuro en el que quizás, si los realiza, pueda superar su sensación de carencia o disminución (que tampoco ha asumido ni sentido en profundidad). O puede que los evite temiendo sentir frustración o impotencia por no conseguirlos.

Por decirlo de otro modo, el ego se toma todo de modo personal. Sus pensamientos, sentimientos, sensaciones y deseos son "suyos" y se define por ellos. Pero al mismo tiempo, en lugar de vivirlos cuando se presentan, los usa para conseguir algo que nunca está aquí: más tranquilidad, más abundancia, más reconocimiento... ya sea apegándose a lo que siente, piensa o experimenta, o rechazándolo. Esta frágil identidad se apropia de todo para sostenerse.

Por ejemplo, si aparece un sentimiento de contracción derivado de un pensamiento comparativo, en lugar de ahondar en la experiencia y responsabilizarse de ella, puede que la use para proyectarse en un futuro en el que estará a la altura de aquellos con quienes se compara, emprendiendo todo tipo de acciones precipitadas. O si experimenta un momento de incertidumbre y confusión por no tener claridad en torno a su propósito, en lugar de asumir lo que está viviendo y abrazarlo, puede que busque respuestas y soluciones rápidas para salir de su vulnerable sensación. Si el móvil de nuestro impulso a actuar es escapar de estos sentimientos, nos será muy difícil detenernos a abrazar ese deseo, ya que no hemos asumido el malestar del que surge y querremos usar la acción para evitar el sufrimiento.

Vivir lo que aparece en cada momento, sin saltarnos nada, es profundamente clarificador. Sólo así podemos discernir la experiencia del deseo auténtico del tirón adictivo que busca alivio en la acción y que con frecuencia confundimos.

Cuando nos sentimos inspirados por un deseo o un anhelo de realizar algo, este impulso está aquí, en primer lugar para ser reconocido y asumido en el instante en que aparece. En lugar de apropiárnoslo como algo personal con lo que tenemos que hacer algo, podemos simplemente experimentarlo en toda su riqueza de matices, sensaciones, imágenes, energía viva en movimiento. Podemos respirarlo, sentirlo, abrazarlo... No es personal, no es "mi deseo", es la vida deseando a través mío, sintiendo a través mío, usándome para reconocerse .

Si aceptamos ser atravesados, sin dejar que el pequeño yo se apropie de la experiencia para sus fines, es posible que en el instante siguiente nos sintamos impulsados a una acción creativa en la que, sin necesidad de pensar mucho, ya nos vemos involucrados con pasión. Es la vida que nos lleva en sus brazos, queriendo vivirse en esa realización a través nuestro.

También es posible que tras vivir ese deseo en toda su intensidad, la vivencia haya sido suficiente por la compleción que la simple presencia aporta. Nunca sabemos qué va a pasar en el momento siguiente. Lo que sí sabemos es que lo único que tenemos es este instante, el único que el que existimos. Aceptar un deseo es vivirlo intensamente, así como todos sus sentimientos asociados, y dejar que la misma energía que lo ha hecho surgir en nosotros, dirija el momento siguiente. Sólo ella es.


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