top of page
Buscar

DESPRECIO



Un día descubrí cuánto desprecio había en mi vida. Hasta el momento, yo me había considerado y pasaba por ser una persona atenta y amorosa.

Sin embargo, al observar dedicadamente mi pensamiento, me fui dando cuenta de que su modo de funcionar era despreciativo con relación al momento presente. Y me había convertido en su fiel seguidora: identificada con lo que mi mente decía, me movía en base a sus opiniones y juicios. Este sistema de pensamiento, al que le hemos dado el poder de guiarnos, está basado, si lo observamos bien, en el rechazo de este instante. Me dí cuenta de que, al escucharlo y considerar mis momentos como “indeseables”, “anodinos” o “insuficientes”, me separaba dolorosamente de ellos buscando soluciones en un momento futuro mejor.

Ese día (que sigue siendo cada instante), me decidí por fin a seguir mi vía, la única real y posible para mí: el amor, la no-separación, la verdadera “no- dualidad”.

Decidí empezar a poner atención en todos esos momentos en que mis pensamientos juzgaban lo que estaba viviendo despreciándolo y separándose mentalmente de ellos. Esa ruptura era abrupta, pero observé que, de tan cotidiana, vivía el dolor y la tensión que provocaban en mi cuerpo como "algo normal". Y me resolví a mirar profundamente y a sentir lo que pasaba por alto.

Así, este instante pasó a ser un escenario de investigación dedicado al amor. Y, momento a momento, fui descubriendo las raíces de mi sensación de soledad y aislamiento: el desprecio de mi mente hacia ESTO.

Me sentí invitada a acercarme íntimamente a todo lo despreciado, a todo lo eludido o rechazado. Tareas etiquetadas como “rutinarias”, situaciones, sonidos o voces calificados de “molestos” o “anodinos” comenzaron a ser incluidos en mi paisaje sin resistencia. Me decidí a contemplar en profundidad a cada ser humano que mi mente dejaba de lado al considerarlo secretamente "poco especial". Dolores, tensiones, cansancio, bloqueos, angustias… empezaron a ser admitidos y sentidos. Sensaciones que detestaba en mi cuerpo pasaron a ser abrazadas en la intimidad de mi respirar.

Acepté el ofrecimiento, en definitiva, de dejar de escaparme hacia el momento siguiente y descubrir que el amor que buscaba a ciegas en un hermoso futuro había estado aquí, siempre disponible: consistía en asumir, intimar, no separarme mentalmente de nada de lo que iba apareciendo en mi consciencia. Sólo tenía que aprender a dejar que cada experiencia fuese como es, ofreciéndole todo el espacio para moverse y, al mismo tiempo, ser una con ella, desapareciendo en ella.